Por Helena Ramos
Cada paso hacia la institucionalidad cuesta, y no solo tratándose de entidades estatales; sucede lo mismo en el ámbito artístico. ¿Cuántas iniciativas audaces no fueron sino una llamarada de petate? ¿Cuántos proyectos languidecieron por falta de apoyo? Afortunadamente, no sucedió lo mismo con el Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón, establecido por la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) en 2002. El certamen acaba de arribar con éxito a su quinta edición.En 2003 resultó ganador el poemario Si yo fuera una organillera de Carola Brantome (1961); en 2004, Poemas de lo humano cotidiano de Ana Ilce Gómez (1945); en 2005, De lo urbano y lo sagrado de Yolanda Blanco (1954); en 2006, Polychromos de Helena Ramos (1960). Este año el premio correspondió a Milagros Terán (1963).
En pos de la luz
Leonesa de origen, esta poeta, narradora y traductora suele ser clasificada como una escritora de la década de los 90, pero empezó a publicar en 1980, así que varios poemas de su debut editorial, Las luces en la sien (Managua: Editorial Vanguardia, 1993) corresponden a la década sandinista y están marcadas, usando la expresión de Gioconda Belli que prologó el libro, por la “presencia ardiente” de la revolución, vivida como un compromiso fervoroso sin que eso ahogara otros anhelos. En Terán se manifiesta desde el inicio de su trayectoria literaria el sentimiento –aquí vuelvo a citar el escrito de Belli – de un “íntimo poder personal” irrenunciable.En su segundo poemario, Plaza de los comunes (Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 2001), ella refuerza su búsqueda de la realización al explorar la dimensión transformadora de experiencias comunes, o sea, corrientes y frecuentes, compartidas por un sinnúmero de personas: el amor, la maternidad, la búsqueda de la felicidad… El investigador literario estadounidense Rick McCallister señaló en su ensayo Amor y praxis en ‘Plaza de los comunes’ que el libro en cuestión constituye “un testimonio no solamente de triunfos y sinsabores personales sino de las posibilidades del amor como arma contra la soledad, la enajenación nomadológica y el egoísmo”, pues el amor –un sentimiento, al fin y al cabo, nada inusual– es “la única defensa contra el Nuevo Orden Mundial”.
“¡Yo vi en África un mundo!”
De 1999 a 2002 Milagros Terán residió en Harare, Zimbabwe, y sus vivencias africanas son la principal materia prima de su tercer poemario, Sol lascivo, distinguido por el premio único del Mariana. Con cordial asombro ante una realidad en muchos aspectos diferente de la nicaragüense –mandriles, baobabs, casuarios, chibuku (al parecer, prima hermana de nuestra chicha), hipopótamos y otros seres y objetos propios de aquel entorno– Terán encuentra y realza las similitudes. Tanto en Zimbabwe como en Nicaragua se ama y desama, se duele, se recuerda y “transita/la riqueza bajo sombrilla”.
Acta del Jurado
El Jurado del V Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón 2007 convocado por la Asociación Nicaragüense de Escritoras (Anide), acuerda conceder el Premio Único al libro titulado Sol lascivo, firmado con el seudónimo Doris May que al abrir la plica correspondió a Milagros Terán. El jurado valoró esta obra como bien estructurada, con calidad sostenida y voz propia donde se percibe madurez en el oficio, manifiesto en la unidad verbal, manejo del lenguaje y de la imagen poética que se combinan de forma constante con soltura y libertad. Muestra una evolución superior del ser poético de la autora que se evidencia en la originalidad de su escritura dentro de una temática general con diversidad de perspectivas, de otras realidades que va de lo colectivo a lo personal y viceversa. Un poemario humano con lenguaje transparente, directo y preciso, dotado de una serena, sobria y sensual belleza. Dado en la ciudad de Managua, a los veintinueve días del mes de marzo del año dos mil siete.
Firman: Daisy Zamora, Fernando Antonio Silva, Michèle Najlis
Poemas de Sol lascivo
Aquí
Partida por la mitad
abierta
como naranja al sol
comida del hambriento.
En el porche descansan
estáticas
las bicicletas.
Inmovilizadas
las buenas intenciones,
la palabra agradable,
el tacto suave
de la tarde.
Los abandonados
de Dios
echan raíces
en las mismas calles
donde transita
la riqueza bajo sombrilla.
En la esquina un baobab
es árbol al revés,
de sus ramas cuelgan
jirones de almas,
y yo soy la naranja
en este sitio
manoseada
y chupada
por el sediento
sol.
El eco del tambor
Hoy voy a abrir mis alas
a la hora del eco
en la mañana
cuando niñas en uniforme
a cuadros
apresuran sus pasos
sobre el camino de tierra,
cuando se burla de mí
la paloma africana
que habita en el jardín
y las roncas voces
me recuerdan:
¡No eres de aquí!
¡No eres de aquí!
Poemas de Sol lascivo
Aquí
Partida por la mitad
abierta
como naranja al sol
comida del hambriento.
En el porche descansan
estáticas
las bicicletas.
Inmovilizadas
las buenas intenciones,
la palabra agradable,
el tacto suave
de la tarde.
Los abandonados
de Dios
echan raíces
en las mismas calles
donde transita
la riqueza bajo sombrilla.
En la esquina un baobab
es árbol al revés,
de sus ramas cuelgan
jirones de almas,
y yo soy la naranja
en este sitio
manoseada
y chupada
por el sediento
sol.
El eco del tambor
Hoy voy a abrir mis alas
a la hora del eco
en la mañana
cuando niñas en uniforme
a cuadros
apresuran sus pasos
sobre el camino de tierra,
cuando se burla de mí
la paloma africana
que habita en el jardín
y las roncas voces
me recuerdan:
¡No eres de aquí!
¡No eres de aquí!
Pintura rupestre / “Cave painting"
In the shadows of your face
An indecent flame calls to
the dusty memory.
The wrinkle in the temple
inscribed on the wall
of the cave,
among animals and barefoot
hunters.
Standing among the crowd
the shining torso,
sweat blinding
this moment.
Your face is a shadow
a memory,
a wave behind the foam
a momentary trace
in the sea sand,
this beguiling sea
still sweet lake,
hidden between mountains,
caves
houses of stone
stone that turns to dust
between your fingers.
In the shadows of your face
An indecent flame calls to
the dusty memory.
The wrinkle in the temple
inscribed on the wall
of the cave,
among animals and barefoot
hunters.
Standing among the crowd
the shining torso,
sweat blinding
this moment.
Your face is a shadow
a memory,
a wave behind the foam
a momentary trace
in the sea sand,
this beguiling sea
still sweet lake,
hidden between mountains,
caves
houses of stone
stone that turns to dust
between your fingers.